Yo fui la primera en demostrarle al mundo que el automóvil podía cambiar nuestras vidas

Mi nombre es Bertha Benz, y en 1888 tomé una decisión que cambiaría la historia de la ingeniería y la movilidad. Sin pedir permiso y sin esperar aprobación, me subí al automóvil que había creado mi esposo, Karl Benz, y emprendí un viaje de 106 kilómetros con mis dos hijos a bordo. No fue una aventura… fue una misión.

En ese entonces, nadie creía en los autos. Eran máquinas ruidosas, peligrosas y consideradas una locura. Pero yo vi más allá: vi el futuro. Durante ese trayecto enfrenté caminos sin pavimentar, reparaciones improvisadas y la desconfianza de todos. Pero también fui la primera en detenerme a recargar combustible —en una farmacia— y en demostrar que la determinación de una mujer puede ser más poderosa que cualquier motor.

Esa travesía no fue solo por amor… fue por fe. Fe en una idea. Fe en el trabajo duro. Fe en que si nadie abre el camino, tú puedes construirlo.

Hoy, cada vez que un motor se enciende, escucho el eco de aquel viaje. Porque detrás de cada gran invento, hay alguien que creyó cuando todos dudaban.

Yo soy Bertha Benz… y no solo ayudé a inventar el automóvil. Ayudé a ponerlo en marcha.
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