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Porro, estafador y proxeneta

Polonia acaba de elegir presidente a un hombre que ha sido porro, que estafó a un adulto mayor con discapacidad y al que se acusa de haber sido proxeneta. No es una exageración: es lo que eligieron los polacos el domingo 1 de junio, cuando dieron la victoria por apenas 1.78% a Karol Nawrocki, el candidato populista de extrema derecha, respaldado por Donald Trump.

La elección de Nawrocki no es sólo una tragedia para Polonia, sino una catástrofe para Europa y para la democracia en general. Lo más indignante es que esta debacle era completamente evitable.

El perfil del elegido

Empecemos por lo básico: ¿quién es Karol Nawrocki? Un historiador de 42 años sin experiencia política previa, que dirigía el Instituto de la Memoria Nacional, un cargo desde el cual promovió narrativas nacionalistas y removió monumentos soviéticos. Hasta ahí, podríamos decir que es un académico conservador más. Pero la realidad es mucho más sórdida.

Durante la campaña se revelaron múltiples escándalos que exponen el verdadero carácter de este individuo. Primero, mintió descaradamente sobre sus propiedades, afirmando tener sólo un departamento, cuando en realidad poseía al menos dos (además de ser copropietario de un tercero). Pero lo más abyecto es cómo obtuvo el segundo: prometió cuidar a un adulto mayor con discapacidad a cambio de su departamento, pero jamás cumplió su promesa. Nawrocki se quedó con la propiedad que ahora vale 400 mil zlotys (unos 2.3 millones de pesos mexicanos), mientras que el hombre terminó abandonado en un asilo.

Segundo, se documentó que, cuando trabajaba en seguridad hotelera, Nawrocki habría organizado un esquema de prostitución, ofreciendo trabajadoras sexuales a huéspedes y prometiendo una parte de las ganancias a colegas que participaran en el esquema.

Tercero, Nawrocki participó en 2009 en una pelea masiva entre hooligans que involucró a unas 140 personas, algunos de los cuales fueron posteriormente condenados por crímenes. Lejos de mostrar arrepentimiento, Nawrocki describió esta pelea como una forma de combate “noble”.

Esto no es un candidato, no es un político, no es un líder. Es un delincuente con traje.

El desastre para Europa

La victoria de Nawrocki representa un golpe devastador para el proyecto europeo. Polonia, que durante décadas había sido vista como una historia de éxito de la transición democrática postcomunista, ahora vira –nuevamente– hacia el bloque populista autoritario europeo, junto con Hungría de Viktor Orbán. Orbán, de hecho, fue uno de los primeros en felicitar a Nawrocki por su “fantástica victoria”.

El presidente electo ya ha manifestado su oposición a que Ucrania se una a la OTAN, posición que favorece directamente a Vladimir Putin. También se ha mostrado escéptico sobre la integración europea y ha prometido proteger la “soberanía polaca” contra lo que considera interferencia excesiva de Bruselas. En otras palabras, Polonia se está alineando con el populismo internacional y alejándose de sus aliados democráticos. Atrapada entre dos Occidentes: el Washington de Trump y la Bruselas democrática, Polonia eligió a Trump.

 

Este viraje pone en peligro el liderazgo que Polonia había comenzado a ejercer en la construcción de una nueva arquitectura de seguridad europea. Varsovia se había convertido en el articulador clave de una alianza informal, pero estratégica con Francia, Alemania y Reino Unido para fortalecer tanto la defensa europea como el apoyo a Ucrania dentro del marco de la OTAN. Esta iniciativa buscaba crear un núcleo duro de países europeos capaces de liderar la respuesta occidental ante la amenaza rusa, especialmente ante la incertidumbre sobre el compromiso estadunidense bajo Trump.

Con Nawrocki en el poder, es difícil imaginar que Polonia mantenga este liderazgo. Francia y Alemania ya han expresado preocupación por el cambio de rumbo polaco, mientras que Reino Unido evalúa alternativas para mantener su estrategia de apoyo a Ucrania sin depender de Varsovia.

Los cómplices: la izquierda dividida

En esta tragedia hay un villano colectivo que merece mención especial: la izquierda polaca fragmentada y su incapacidad patológica para cerrar filas ante el peligro fascista. Adrian Zandberg, líder del partido Razem (Juntos), se negó a apoyar a Trzaskowski porque, según él, no era “suficientemente de izquierda”. 

El resultado fue que 16.5% de los votantes de Zandberg en primera vuelta terminaron votando por Nawrocki en la segunda vuelta.

Esta no es la primera vez que Zandberg traiciona a la democracia por purismo. Hace diez años se negó a unirse a una coalición amplia que podría haber bloqueado el ascenso inicial de Ley y Justicia (PiS) al poder y la subsecuente erosión democrática. Ahora, en 2025, su arrogancia ideológica ayudó a elegir, nuevamente, a un presidente antidemocrático y de extrema derecha.

Pero Zandberg no está solo en esta responsabilidad. La izquierda polaca en su conjunto falló miserablemente. En lugar de construir una candidatura unificada que pudiera competir seriamente, prefirieron mantener sus pequeñas vanidades partidistas.

Esto es lo que pasa cuando los políticos de izquierda anteponen su pureza ideológica a la defensa de la democracia. Prefirieron que ganara un antidemócrata declarado antes que apoyar a un demócrata “insuficientemente izquierdista”. Es complicidad directa con el fascismo, sin ambigüedades ni matices.

Una sociedad contradictoria

Hace apenas año y medio, en octubre de 2023, los polacos eligieron un gobierno democrático encabezado por Donald Tusk, después de ocho años de populismo autoritario bajo PiS. Fue una victoria celebrada en toda Europa como el triunfo de la democracia sobre el autoritarismo.

¿Y qué hicieron los polacos? Le dieron un año y medio al gobierno democrático para trabajar, pero con un presidente que bloqueaba sistemáticamente todas sus reformas. Aquí es crucial entender cómo funciona el sistema semipresidencial polaco: aunque el primer ministro encabeza el gobierno, maneja las políticas diarias y concentra la iniciativa legislativa, el presidente tiene un poder de veto devastador. Para anular un veto presidencial se necesita una mayoría de tres quintos en el parlamento, que la coalición de Tusk no tiene.

Andrzej Duda, el presidente saliente postulado de PiS, bloqueó durante año y medio cada intento de Tusk de revertir las reformas judiciales autoritarias, impidió la liberalización del aborto, vetó las leyes de crímenes de odio y mantuvo en el limbo legal cualquier progreso democrático. Cuando el gobierno no pudo cumplir sus promesas debido precisamente a esta obstrucción presidencial sistemática, los polacos se pusieron descontentos y eligieron... a otro presidente que va a bloquear todo.

 

El preocupante futuro

La respuesta de Tusk ha sido inmediata: anunció que buscará un voto de confianza del parlamento para evaluar si su coalición mantiene la cohesión necesaria para gobernar en estas nuevas condiciones. Esta decisión es tanto estratégica como desesperada. Por un lado, le permitiría demostrar que aún cuenta con respaldo parlamentario y legitimar su permanencia en el poder pese a la derrota presidencial. Por otro, es una apuesta arriesgada que podría acelerar la crisis que busca evitar.

Si Tusk obtiene el voto de confianza (previsto para el 11 de junio), Polonia enfrentará crisis institucional. Nawrocki vetará sistemáticamente las reformas democráticas del gobierno y obstaculizará cualquier esfuerzo por fortalecer el Estado de derecho o ampliar los derechos de las mujeres, de los migrantes o de las minorías.

Pero si el voto de confianza falla o la coalición se fractura, el escenario se vuelve aún más catastrófico. PiS ya está trabajando para convencer a legisladores de derecha dentro de la coalición de que cambien de bando, especialmente a aquellos provenientes de partidos agrarios y conservadores que nunca estuvieron completamente cómodos con la agenda liberal de Tusk. Si encuentran suficientes chapulines, podrían forzar la caída del gobierno y elecciones anticipadas mucho antes de 2027. En ese escenario, Polonia se encaminaría nuevamente hacia un autoritarismo completo y Nawrocki sería la punta de lanza de este asalto –¿final?– contra la democracia polaca.

La elección presidencial polaca es un recordatorio brutalmente claro de que la democracia no se sostiene sola. Requiere ciudadanía responsable, élites políticas decentes y una cultura que valore la verdad sobre la demagogia. Polonia acaba de fallar estrepitosamente en los tres frentes.

La pregunta ahora es si el resto de Europa aprenderá de esta catástrofe o si seguirá el mismo camino hacia el abismo autoritario. Por el momento, las señales no son alentadoras.

 

 

Con información de: Proceso.

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El riesgo de ser policía en México: Causa en Común

La asociación Causa en Común dio a conocer que en el periodo del 2 al 8 de mayo del presente año,  7 policías fueron asesinados en los estados de Guanajuato Sinaloa y Oaxaca.

En lo que va del año 2025,  van al menos 160 asesinatos de policías, un promedio de 1 cada día, según la estimación de la organización de la sociedad civil.

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Esa cifras según lo publicó en sus redes sociales Causa en Común, representan un 40% más de la registradas en el mismo periodo de 2024. En México, ser policía es un riesgo constante, según lo señala.

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