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Lo que los niños aprenden cuando no están en la escuela

Ciudad de México. Agosto 13.- Durante las vacaciones escolares, el aprendizaje no se detiene: cambia de formato. Lejos de los cuadernos y las evaluaciones, niñas, niños y adolescentes continúan adquiriendo habilidades clave para la vida: socialización, autonomía, creatividad, gestión emocional, resolución de conflictos, conciencia del tiempo… competencias que rara vez caben en una boleta, pero que cimentan el desarrollo.

De acuerdo con el portal de BBC en español, el descanso, el juego libre y la convivencia entre pares son motores del desarrollo cognitivo, social y emocional. La evidencia en neurociencia y psicología del desarrollo respalda que los períodos desestructurados —sin metas impuestas ni presión de rendimiento— permiten explorar el mundo con curiosidad, aburrirse (y aprender del aburrimiento) y resolver problemas cotidianos a su manera.

Tiempo desestructurado: por qué importa

En una cultura obsesionada con la productividad, el “tiempo libre” suele verse como vacío. Es lo contrario: las vacaciones ofrecen algo que la escuela difícilmente puede dar de forma sostenida—tiempo sin guion. Ese margen, sin evaluación ni horarios rígidos, habilita procesos internos profundos: ensayo de roles, autorregulación, contacto con las propias emociones y decisiones autónomas sobre qué hacer, cuánto y con quién.

Lo que aprenden sin proponérselo

Negociar y convivir. Al jugar con hermanos, primos, vecinos o amigos, las reglas no vienen “de arriba”: se pactan. Ahí se aprende a ceder, resistir, acordar y reconciliarse; en suma, a convivir entre iguales.

Organizar el tiempo (y cuidar el uso de pantallas). Sin campana ni timbre, muchos chicos administran cuándo levantarse, cuánto jugar, descansar o ayudar en casa. Este ensayo de agenda propia es clave para la autonomía. El reverso: existe el riesgo de pasar demasiado tiempo frente a dispositivos. Abrir espacios de diálogo, acordar marcos y buscar equilibrio entre libertad y límites ayuda a un uso más consciente y saludable de la tecnología.

Explorar intereses. Dibujar personajes, armar legos, hojear revistas o cómics, observar hormigas en el patio, inventar juegos con amigos o preparar el desayuno con la abuela… En vacaciones se aprende por curiosidad y gusto, a ritmo propio y sin exámenes.

Desarrollar creatividad. El ocio es fértil para imaginar mundos, crear historias, levantar “cabañas” con lo que haya a mano o mirar nubes y ver figuras. En esos momentos sencillos emergen la invención y la capacidad de crear con pocos recursos.

Gestionar el aburrimiento. El clásico “me aburro” no es una alarma: es el motor. Enseña a tolerar la falta de estímulos inmediatos y a activar recursos internos. Tras esa incomodidad inicial suelen aparecer ideas, juegos e historias genuinas.

Conectar con el mundo emocional. Con menos prisas, hay más espacio para hablar de miedos, sueños, preguntas y alegrías que durante el año quedan en segundo plano. Muchas habilidades “que estaban” se consolidan cuando hay tiempo y calma.

Vincularse con otros adultos. Tíos, abuelos, vecinos, monitores: referentes distintos amplían perspectivas, modelan formas de hablar, actuar y resolver problemas, y fortalecen el sentido de pertenencia más allá del hogar y la escuela.

El valor del juego y la desestructura

El juego libre es una actividad “muy seria” de la infancia y la adolescencia: ahí se ensayan normas, se administra la frustración, se aprende a cooperar y a crear. Que suceda fuera de estructuras rígidas no lo vuelve menos valioso; es complementario. La desestructuración hace los aprendizajes más personalizados, duraderos y conectados con la realidad emocional de cada niño.

Qué pueden hacer las familias

No se trata de convertir las vacaciones en una “escuela paralela” ni de llenar la agenda con tareas formales. La clave es un equilibrio entre cierta estructura (rutinas básicas y límites claros) y libertad para explorar. Algunas ideas prácticas:

  • Fomentar momentos de juego libre, incluso sin juguetes.
  • Proponer tareas sencillas en casa que impliquen participación y responsabilidad.
  • Conversar sobre lo que sienten, lo que les interesa y lo que sueñan.
  • Dejar tiempo para el aburrimiento sin correr a llenarlo.

Aprender fuera del aula

Las vacaciones no son un paréntesis improductivo, sino otro escenario de aprendizaje con reglas distintas. Muchos de los conocimientos que sostienen la vida adulta —convivir, organizarse, crear, entenderse por dentro— florecen precisamente cuando no hay exámenes ni timbres. Como resume el pedagogo Francesco Tonucci: “los niños no necesitan más deberes, necesitan más vacaciones, más tiempo libre, más juego y más calle”.

Con información de massinformacion.com.mx

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Otra de Morena… embriaguez y de arrogancia

A los de Morena se les subieron hasta "las copas" en la arrogancia que se ha convertido en el sello de la casa.

Basta ver como hasta los suplentes de legisladores actúan con carta abierta de la prepotencia cobijados por los nulos principios y valores.

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Como todos los de Morena luego de la exhibida recurrió a las redes sociales para disculparse, pero ya era tarde.

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