Óscar Kabata fue víctima de violación a sus derechos humanos, de hostigamiento y de persecución mediante órdenes de aprehensión relacionadas con sus actos de protesta. Además, fue aprehendido y liberado de manera reciente a cambio de restituir económicamente a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), organismo que debió protegerlo y nunca lo hizo.
Desde que tenía 17 años de edad, en 2009, Óscar fue detenido en calles de Ciudad Juárez, privado de su libertad y torturado al lado de su amigo Víctor Manuel Vaca Prieto, ejecutado extrajudicialmente presuntamente por orden del general Felipe de Jesús Espitia, vinculado a diversos casos de tortura y asesinato.
Ahí empezó el periplo para Óscar y su familia. A lo largo de todo estos años, recuerda ahora en entrevista, han luchado porque se haga justicia por la muerte de su amigo y por la afectación a la vida de él. Es una batalla que no ha estado exenta de eventos traumáticos, confiesa.
Así fue como en 2021, su mamá y él decidieron trasladar sus protestas a la Ciudad de México, porque en Ciudad Juárez la justicia no llegaba. Ahora considera que ese ha sido su peor error, pues terminó enfrentándose a un gobierno que califica como totalmente apático y mentiroso.
Óscar incluso recuerda que cuando comenzó la administración del expresidente Andrés Manuel López Obrador, le entregó su expediente y el tabasqueño prometió ayudarlo, pero 15 días después simplemente cerraron su caso y le notificaron la no acción penal sobre su carpeta de investigación por tortura en contra del general.
Entonces su mamá y él decidieron protestar. Los hechos que dieron origen a su orden de aprehensión ocurrieron un día en el que ellos mantenían un plantón, pero él se desplazó a protestar al Zócalo y su mamá se quedó sola en la CNDH. La encerraron en una casa rodante y como pudo se bajó, pero entre cuatro funcionarios la alcanzaron y le hicieron “bolita” en el piso para que no se moviera.
Producto de ello, según certificó un médico legista, le fracturaron cuatro costillas a la mamá de Óscar. Desde un puente peatonal, él pudo ver cómo estaban encima de su mamá, bajó corriendo las escaleras, agarró un palo y para ahuyentarlos, “a lo mejor por el coraje, a lo mejor no era necesario –acota–”, le pegó a una camioneta y le quebró un vidrio.
Ese hecho nunca se lo negó al juez, aclara, pero para él, puesto en una balanza, la agresión que vivió su mamá fue mucho más grave, incluso cuando en un principio aún no sabían que tenía costillas rotas. Confiesa que también rayó una puerta trasera en señal de protesta, pero nada se compara con los agravios que a él no le han sido restituidos.
“Yo creo que yo soy más peligroso que todas las bandas de narcotráfico, narcomenudeo, que operan aquí en el país y en la Ciudad de México, y pues cómo pueden permitirse ellos… En la última aprehensión, hicieron un despliegue de 12 elementos de la agencia de investigaciones criminales y tres vehículos, yo digo ‘¿en serio?, ¿por un vidrio?”, cuestiona Óscar.
Esa última detención ocurrió el pasado martes 5 de agosto, a las afueras del Hotel Block en Avenida Chapultepec. Después de no haber salido durante toda la mañana, a las 2 de la tarde decidió ir con su primo a comprar una nieve. Un sujeto se acercó a él y lo llamó por su nombre. Lo llevaron al Reclusorio Sur y ahí pasó la noche, cuestionándose cómo opera la justicia:
“La verdad es que se me hace sumamente injusto que todo esto esté pasando, porque mataron a mi amigo y no hay bronca que le hayan dado un disparo en la cabeza, no pasa nada; que ya esté comprobado que me hayan violado, no pasa nada; que nos hayan privado de la libertad en un campo militar cuando yo era menor de edad, no pasa nada; todo lo que nos han hecho a lo largo de esto, el espionaje que sufrimos, por todo eso no pasa nada, pero yo estoy ahorita aquí en el Reclusorio Sur esperando al juez que va a dictaminar si me voy a prisión preventiva oficiosa o no”, relata.
En un principio se le informó al director del centro de reclusión que Óscar sería ingresado, pero enseguida de esa comunicación, se envió un nuevo oficio donde se suspendía esa orden por 30 días más, luego de que él tuviera que acceder a pagarle una reparación a la CNDH por el vidrio. “Y a la chingada las cuatro costillas de mi mamá, a la chingada todo lo que nos han hecho”, reclama.
Su mamá y él han sido víctimas de todo, enfatiza, y por eso habían llegado a la Ciudad de México en busca de justicia. A las medidas más simples, como desechar las denuncias que pesan sobre él, la Secretaría de Gobernación incluso se había comprometido por escrito.
En un documento fechado el 30 de octubre de 2024, del que Animal Político tiene copia, la dependencia describe cómo durante ese mes se sostuvieron reuniones con Laura, mamá de Óscar, para conocer sus peticiones. A cambio, ellos retiraron el plantón que mantenían en el exterior de la institución.
Ahí ella había solicitado medidas en materia de alojamiento y alimentación por parte de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) a víctimas; pago retroactivo de las medidas otorgadas por la CEAV, una plaza para trabajar en Ciudad Juárez, Chihuahua; el retiro de las denuncias en contra de Óscar Alejandro Kabata, y medidas de seguridad para él, con las que ya ha contado antes, para cuyo cumplimiento se establecieron diversos plazos.
Sin embargo, hoy ambos se dicen preocupados por la posibilidad de que vuelvan a detener a Óscar, pues las denuncias no fueron retiradas, y sobre él pesan otras dos derivadas igualmente de sus acciones de protesta.
“Lo principal era que me iban a quitar las denuncias. Y no, no solamente no me las quitaron, sino que se burlaron de mí y me arrestaron. Me arrestaron y ahorita estoy en peligro de que me vuelvan a arrestar porque tengo otras dos pendientes”, advierte Óscar.
Desde la ejecución de su amigo, afirma, él no ha conocido la justicia. Aunque en algún momento tuvo acceso a la reparación del daño en términos económicos, al juez siempre le dejó claro:
“Si me dan a escoger, metan al cabrón a la cárcel, y no me den ni un peso. Por mí, y se lo he dado por escrito a Olga Sánchez Cordero, a Luisa Alcalde por oficio, si a mí me cambian todo porque él esté en la cárcel, lo hago sin problema… A mí el dinero claro que me ayuda, y claro que lo pelée y me sirve, pero en realidad justicia no me da, satisfacción tampoco me da; la satisfacción más grande sería ver a ese infeliz en la cárcel, saber que de mí no paró y que en memoria de mi amigo Víctor y de su papá, pisó la cárcel”, reclama.
Felipe de Jesús Espitia Hernández ha sido señalado de haber participado presuntamente en al menos 33 casos con 117 víctimas de tortura, con 232 militares involucrados a su cargo y 15 médicos que se dedicaban a reanimar a las personas, según consta en un expediente entregado por familiares de víctimas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
La familia Kabata ha buscado justicia y apoyo en diversas instancias, como la CEAV, la Fiscalía General de la República (FGR), donde Sara Irene Herrerías, recién electa ministra, aseguran ha contribuido a perjudicarles más que a ayudarles, la CNDH, la misma Sedena y la Secretaría de Gobernación.
La recomendación 38VG/2020 de la propia CNDH llama a la Secretaría de la Defensa Nacional, a la FGR y a la fiscalía del estado de Chihuahua a cumplir con la deuda que tiene con los Kabata, pero fue ahí donde encontraron un peor trato, además de los ataques, robos y provocaciones que han sufrido durante operativos policiacos en contra de sus plantones y protestas.
“Hace algunos meses, la Secretaría de Gobernación le aseguró que la CNDH no tenía intención de dañarlo y cesaría su persecución judicial, pero no fue así; Óscar fue detenido y obligado a pagar la reparación de un vidrio, cuando el Estado mexicano debería pedirle mil veces disculpas, hacerle justicia y empezar a saldar la deuda enorme que tiene con él y su familia”, pidió la colectiva Antimonumenta en su página de Facebook durante los días de su más reciente detención.
Con información de Animal Político.