Como gimnasta de alto rendimiento, originario de Chihuahua, México, he dedicado mi vida al deporte con disciplina, sacrificio y pasión. Sin embargo, me siento en la responsabilidad de hablar desde la experiencia, no para señalar con enojo, sino con esperanza de que las cosas cambien para las futuras generaciones.
Lamentablemente no encontré en mi estado el apoyo ni la infraestructura necesaria para desarrollarme profesionalmente. No hubo acceso a instalaciones adecuadas, entrenadores especializados o programas de impulso al alto rendimiento. Como muchos otros atletas, tuve que buscar oportunidades fuera de casa, primero en otros países, como Canadá, o en Denver, Colorado, y después incluso en el interior de la República, como Monterrey, donde sí encontré lo que necesitaba para seguir creciendo.
Mi intención no es criticar destructivamente, sino llamar la atención sobre una realidad que afecta a cientos de jóvenes deportistas en Chihuahua. El talento existe, las ganas sobran, pero sin apoyo institucional, muchos sueños se apagan antes de despegar.
No hay reconocimiento, mucho menos monetario u algo simbólico, tan siquiera que pudiese apoyar la participación Se concentran en otros deportes, ignorando que existe un panorama amplio deportivo e, incluso, este tipo de disciplina es olímpica, lo cual traería un gran reconocimiento como estado y como país.
Yo no me fui por orgullo, sino por necesidad, y aunque agradezco profundamente a quienes me abrieron las puertas fuera de mi estado, mi corazón sigue en Chihuahua, esperando ver algún día centros deportivos dignos, mas entrenadores capacitados, y programas que valoren y respalden al deporte como lo que es: una herramienta de transformación social.