En el municipio de Madera, Chihuahua, la violencia continúa escalando sin freno, mientras la millonaria inversión en la plataforma Centinela se hunde en el descrédito. Ayer, se reportó un nuevo ataque a la infraestructura de los llamados “arcos de seguridad”: estructuras que supuestamente albergan cámaras de videovigilancia, pero que en la práctica se han convertido en monumentos inútiles al despilfarro.
Los arcos fueron derribados y posteriormente incendiados, sin que autoridad alguna se presentara a responder o siquiera a documentar los hechos. Un acto criminal cometido con total impunidad, bajo la sombra de una estrategia de seguridad que, a todas luces, ha fracasado.
La pregunta inevitable es: ¿dónde están esas cámaras que prometieron blindar al estado contra el crimen? ¿Dónde están los resultados de un sistema que costó miles de millones de pesos a los ciudadanos chihuahuenses y que hoy no ofrece ni una sola prueba de su eficacia?
El silencio oficial es tan ensordecedor como el rugido de las llamas que consumieron la estructura ayer. Mientras tanto, los habitantes de Madera siguen enfrentando una realidad marcada por el miedo, la ausencia del Estado y una vigilancia que solo existe en los discursos.
La plataforma Centinela se anunció como un proyecto de vanguardia, pero en Madera y en otros municipio al menos, su legado es el de un elefante blanco rodeado de violencia, indiferencia y sospechas al igual que en Guachochi, dónde también se reportó un fuerte enfrentamiento entre grupos criminales el cual dejó como saldo varios muertos y vehículos incendiados previo a la visita anunciada de la presidenta de la república Claudia Sheinbaum Pardo.