Las altas temperaturas pueden suponer graves problemas de salud, especialmente a medida que envejecemos. Con el paso del tiempo, el cuerpo humano experimenta cambios fisiológicos que pueden dificultar la adaptación a los cambios de temperatura y contribuir a una mayor vulnerabilidad, además de ciertas condiciones, más frecuentes durante la tercera edad, que hacen del calor extremo un peligroso enemigo.
La Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard (EE.UU.) explica que en adultos mayores el organismo es menos eficiente en lo que respecta a los mecanismos de sudoración y enfriamiento natural, haciendo posible que "no señale la sed ni reconozca el sobrecalentamiento tan rápidamente" durante las olas de calor.
A esto se suma el hecho de que, a medida que envejecemos, aumenta el riesgo de sufrir enfermedades crónicas (cardíacas, pulmonares, renales) y diabetes y la necesidad de recurrir al uso de medicamentos, particularidades que, respectivamente, pueden afectar la respuesta del cuerpo al calor e interferir con la regulación de la temperatura y el proceso de hidratación. Por tanto, es más probable que la exposición prolongada al calor pueda desencadenar mayores reacciones adversas: desde leves y moderadas, que requieran atención médica, hasta potencialmente mortales.
Señales de advertencia
Cuando el cuerpo ya no puede enfriarse eficazmente en condiciones de calor prolongado, entra en un periodo de "tensión" que inicialmente se expresa como un sarpullido, por lo general en los pliegues de la piel, el cuello, el pecho o la ingle, a raíz de la sudoración excesiva. Asimismo, también pueden producirse calambres o espasmos musculares en el abdomen o las extremidades, sobre todo después de "una actividad extenuante".
Wynne Armand, médica de atención primaria en el Hospital General de Massachusetts, advierte que "el impacto general de la exposición al calor no siempre es fácil de reconocer". Y es que pueden presentarse situaciones más serias como el llamado agotamiento por calor, que provoca desde mareos y náuseas hasta vómitos y dolor de cabeza.
Sin embargo, la enfermedad más grave relacionada con este fenómeno es el golpe de calor, que, además de los síntomas anteriores, puede estar acompañado de confusión y pérdida del conocimiento y "causar daño al cerebro y a otros órganos vitales", señala Harvard.
¿Cómo actuar?
El uso de ropa ligera y la búsqueda de un refugio fresco y seco (según lo permitan las circunstancias) son un buen comienzo una vez aparecen los signos de los trastornos por el calor mencionados. El sarpullido puede aliviarse con cremas corticosteroides de venta libre o una loción de calamina, mientras que los calambres, con hidratación (líquidos ricos en electrolitos) y descanso.
En caso de prolongarse los espasmos por más de 15 minutos y no desaparecer en una hora, se requiere atención médica, primordialmente si la persona afectada sigue una dieta baja en sodio o tiene problemas cardíacos.
El agotamiento por calor puede disminuir con baños o compresas frías, pero si está acompañado de vómito y los síntomas empeoran y duran más de una hora, hay que acudir a un médico. Por otro lado, el golpe de calor se considera una emergencia y es crucial actuar con prontitud: es necesario llamar a los servicios de emergencia y enfriar al afectado. No se aconseja darle de beber, ya que puede ser contraproducente.
¿Medicado o con enfermedades crónicas? ¡Preste atención!
Para combatir las altas temperaturas es importante mantenerse hidratado, evitar el esfuerzo físico y las actividades al aire libre en las horas de más calor. Cabe señalar que los ventiladores son útiles si el aire circundante es relativamente fresco. No obstante, en caso de tomar medicamentos con regularidad, es necesario tener en cuenta que algunos fármacos "pueden reducir la sudoración, alterar la sensación de sed o aumentar la micción, lo que provoca deshidratación".
Ciertos medicamentos para la presión arterial alta y el corazón, antipsicóticos y antidepresivos, antihistamínicos y otros para tratar el párkinson son algunos ejemplos. Es importante consultar con su médico de confianza sobre las particularidades y riesgos de cada preparado frente al calor y no suspender su uso sin acudir a un profesional. Las personas con afecciones cardiacas (cardiopatías o hipertensión) deben tener especial cuidado con el calor, ya que este "sobrecarga el corazón". Se aconseja evitar las actividades extenuantes y beber mucha agua aunque no se sienta sed, en caso de que no haya restricciones médicas.
Afecciones pulmonares como el asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) pueden empeorar por el aire húmedo y caliente y la contaminación, que empeora en estas circunstancias. Prestar atención a la calidad del aire y tener a la mano los inhaladores recetados es indispensable.
El calor, y concretamente la deshidratación que provoca, puede alterar la función del riñón y afectar particularmente a aquellos con enfermedades renales preexistentes. Una orina oscura, disminución de las evacuaciones, mareos o boca seca son signos de alerta. Se recomienda seguir las recomendaciones específicas del médico, ya que las necesidades de líquidos pueden variar según la enfermedad renal, y prestar atención a signos como los arriba mencionados.
Con información de actualidad.rt.com