"Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: "A Barrabás." Mateo 27:20-21
Este 1 de junio de 2025, México no sólo votará en una elección más. Votará en algo sin precedentes: una elección del Poder Judicial por voto directo. En principio, suena democrático. ¿Qué podría estar mal en que el pueblo decida quiénes impartirán justicia?
Pero este momento histórico también es profundamente peligroso. No por el pueblo en sí, sino porque la justicia no debe depender de las mayorías. Cuando los jueces como Pilato ceden ante el clamor de una multitud manipulada, se sacrifica no solo al inocente, sino a la justicia misma.
El pueblo como multitud: entre verdad y manipulación
En el relato bíblico, el pueblo no es sabio ni libre: es una multitud agitada por intereses ocultos. Los "principales sacerdotes y ancianos" (líderes religiosos y políticos de la época) no buscaban justicia, sino conservar poder. Lograron lo que parecía imposible: que la gente eligiera a un criminal en lugar de a un hombre justo.
Hoy, esa escena se repite con nuevos personajes. El pueblo mexicano, expuesto a campañas, propaganda, redes sociales y discursos ideologizados, se ve empujado a tomar decisiones judiciales no con base en la razón, sino en emociones, slogans o rencores.
Pilato reencarnado: el nuevo Poder Judicial
En esta historia moderna, el nuevo Poder Judicial será Pilato. No un juez con toga, sino una institución enfrentada a la presión de haber sido elegida por el pueblo, que ahora exigirá sentencias no conforme a la ley, sino conforme al ánimo social.
¿Y si el pueblo exige venganza y no justicia? ¿Y si el pueblo exige lealtad ideológica y no independencia? ¿Tendrá el Poder Judicial el valor de no ceder? ¿O, como Pilato, se lavará las manos?
La tentación será inmensa: gobernar según el aplauso, no según la Constitución. Escuchar la calle más que los códigos. En ese momento, el Poder Judicial dejará de ser un árbitro imparcial para convertirse en un actor más del juego político.
Elegir jueces como si fueran influencers
La lógica electoral está diseñada para premiar popularidad, no competencia técnica. En las campañas judiciales veremos sonrisas, eslóganes vacíos, videos emotivos, promesas peligrosas. Pero ¿cómo evalúa el ciudadano común la idoneidad de un juez? ¿Cómo se vota por alguien que, por ética, ni siquiera debería prometer?
El riesgo es que el pueblo, como aquella multitud frente a Pilato, termine eligiendo a Barrabás. No por maldad, sino por desinformación, cansancio o manipulación. Y el nuevo Poder Judicial, como Pilato, se enfrente al dilema: resistirse o ceder. Justicia no es espectáculo La justicia, para ser tal, necesita distancia del poder y del pueblo. No porque el pueblo no sea digno, sino porque la ley no puede depender del humor social. La independencia judicial es un contrapeso, no un representante popular.
Por eso esta elección judicial no es una fiesta democrática. Es una advertencia. Es un momento de definición nacional.
¿A quién soltaremos?
En 2025, la pregunta sigue siendo la misma que en Jerusalén: "¿A cuál de los dos queréis que os suelte?"
Y la respuesta, si la da una multitud manipulada, puede llevarnos no solo a elegir mal, sino a construir un sistema de justicia que viva para complacer al poder y al aplauso, y no para proteger la verdad.
Si el nuevo Poder Judicial elige agradar antes que juzgar, si cede ante el clamor popular antes que ante la Constitución, entonces México no tendrá justicia, sino un Pilato con toga, que se lava las manos mientras el sistema se desmorona.
Yahir Ortiz