El escritor chileno Daniel Matamala charla sobre su libro “Cómo destruir una democracia”, reflexiona sobre los líderes que buscan el poder total y advierte sobre una “pendiente resbaladiza” hacia el autoritarismo. En entrevista, también habla sobre la actual mandataria mexicana.
El escritor chileno Daniel Matamala advierte sobre los líderes que buscan el poder total, enfatizando que estos personajes no surgen en el vacío, sino de un descontento real con los fallos de la democracia, y advierte sobre la "pendiente resbaladiza" hacia el autoritarismo.
Su libro Cómo destruir una democracia, publicado por Grupo Planeta, explora los mecanismos que erosionan las instituciones democráticas desde dentro. La obra combina análisis político con narrativas vívidas: desde las colonias controladas por pandillas en San Salvador hasta las protestas en Caracas, las "mañaneras" en México y las villas miseria en Buenos Aires.
"Es periodismo de terreno, no teoría abstracta", explica el autor en entrevista con Proceso, quien busca abrir debates sobre cómo defender la democracia en tiempos de crisis.
Matamala argumenta que estos caudillos –como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Andrés Manuel López Obrador, Nayib Bukele y Nicolás Maduro– fomentan una batalla moral que hace imposible el pluralismo democrático.
“Intentan presentar la sociedad como una batalla entre enemigos” donde “hay un pueblo virtuoso enfrentado a una élite corrupta”. Esta narrativa, explica, “hace muy difícil el funcionamiento de la democracia porque la democracia tiene en su base decir que hay reglas del juego que tienen que ser iguales para todos”.
Al convertir a los oponentes en “enemigos moralmente repulsivos”, estos líderes justifican la concentración de poder y la eliminación de contrapesos, rompiendo la esencia de la competencia democrática.
“La democracia se basa en reglas iguales para todos, pero ellos convierten al oponente en un enemigo moralmente repulsivo”, sostiene.
Esta lógica justifica la concentración de poder y la destrucción de contrapesos institucionales, rompiendo el principio de que ningún grupo monopoliza la verdad o la justicia.
El autor contrasta dos respuestas ante intentos autoritarios: “Brasil muestra cómo la democracia sí es capaz de defenderse con sus herramientas legales”, investigando y condenando a Bolsonaro por su intento de Golpe, mientras “en Estados Unidos, Trump sale impune” y regresa al poder evidenciando una falla en los resguardos democráticos.
En México el autor critica las mañaneras de AMLO, descritas como “una larga perorata” rodeada de “pandilleros” en lugar de periodistas críticos, donde quien refuta datos “se convierte en enemigo”. Sobre Claudia Sheinbaum, observa que “parece estar construyendo otro tipo de liderazgo, menos confrontacional”, aunque es “demasiado temprano para decir en qué va a terminar”.
En El Salvador, Bukele explota la inseguridad para justificar medidas autoritarias, como controlar el Poder Judicial y reprimir a organizaciones no gubernamentales copiando leyes de Ortega en Nicaragua:
“Le funciona a Ortega, le funciona a Bukele. Al final, el punto medular es tener el control total del poder”. En Venezuela, el discurso antiimperialista de Chávez y Maduro justifica la represión, usando a Estados Unidos como “excusa para la brutalidad”.
Matamala subraya que estos líderes explotan fallos reales: inseguridad en El Salvador, hiperinflación en Argentina, corrupción en Venezuela. “La democracia debe curar, alimentar y proteger, como dijo Alfonsín”, cita, recordando que sin resultados tangibles el descontento abre puertas al autoritarismo.
El rol del periodismo
Matamala subraya la responsabilidad del periodismo: “Nuestra labor número uno es decir la verdad (...) Si un líder miente de manera sistemática, nuestro trabajo es exponerlo una y otra vez”. Los periodistas deben defender la democracia como sistema, no a gobiernos específicos, porque “nos da lo mismo vivir en una democracia donde tenemos derechos (...) que en un régimen autocrático donde seremos las primeras víctimas”.
Advierte contra caer en la narrativa de “enemigos” de estos líderes que dominan el debate público: “La oposición no tiene que comprarse la lógica de una sociedad dividida”.
Lección chilena
Reflejando sobre su infancia bajo la dictadura de Pinochet, Matamala valora la democracia: “Con todos sus defectos, es infinitamente mejor que lo que pasaba en Chile cuando yo era niño".
Sin embargo, alerta que los jóvenes que no vivieron esa época pueden romantizar a Pinochet, como ocurre con Franco en España, por falta de memoria histórica. Insiste en que “la democracia es una forma de convivencia (...) que nos permite tener esta conversación sin que el Estado use su fuerza represiva contra nosotros”.
Matamala concluye con esperanza:
Todas las sociedades que admiramos se construyeron democráticamente. No hay soluciones mágicas, pero el camino es claro.
Pero sobre todo el chileno sentencia:
“La democracia significa que tú tienes ciertos derechos y que no puede venir un tipo que está en el poder y sencillamente, porque no le gustó algo que tú dijiste o hiciste, mandarte, alistar, mandarte exiliar, mandar, asesinar.
“A veces se nos olvida, porque vivimos en un Estado por descontado, que la democracia existe. Pero cuando uno va a Caracas, cuando uno va a San Salvador sales de ahí diciendo qué importante es recordar la democracia a toda costa. Este libro viene de esa urgencia de estar viendo cómo se está desbordando la democracia y querer decir tenemos que frenar esto, porque lo que viene después es terrible”. Rodrigo Hernández López/Proceso