¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas parecen estar atrapadas en el mismo tipo de conflicto una y otra vez? Repiten patrones, tropiezan con la misma piedra emocional y siempre, de alguna forma, se encuentran en situaciones de drama. Y la pregunta más incómoda de todas: ¿te has visto a ti misma en ese ciclo? Si es así, estás experimentando un síntoma.
La respuesta podría ser más reveladora de lo que crees, porque algunas personas, sin saberlo, están casadas con su propio sufrimiento... y obtienen una extraña satisfacción de él.
Como dijo Carl Gustav Jung, "Hasta que no hagas consciente lo inconsciente, dirigirá tu vida y lo llamarás destino". Esto no es cuestión de mala suerte. Es una dinámica inconsciente que guía nuestras decisiones, emociones y, en última instancia, nuestro camino.
¿Qué significa estar casada con el dolor?
Hay quienes, de forma paradójica, encuentran un tipo de goce en el dolor, aunque no lo admitan conscientemente. Aquí es donde la psicología, especialmente desde la mirada de Jacques Lacan, nos da una clave para entenderlo: el goce.
El goce, en la psicología lacaniana, es una experiencia emocional intensa, a menudo dolorosa, que se repite de manera compulsiva. Es un placer paradójico que nos mantiene atrapados en un ciclo vicioso de insatisfacción. No es simplemente "placer"; es una satisfacción inconsciente y profunda que obtenemos de algo que a nivel consciente rechazamos.
Es esa persona que vuelve una y otra vez a relaciones tóxicas, a trabajos donde no es valorada, o a amistades que la explotan. Cuando le preguntas por qué, la respuesta suele ser: "No sé, simplemente no puedo evitarlo".
¿Cómo se manifiesta este ciclo en tu día a día?
Personas que se quejan de sus parejas constantemente, pero no logran dejarlas.
Profesionales que se aferran a empleos que detestan, convencidos de que no hay nada mejor para ellos.
Individuos que atraen situaciones dramáticas y conflictos innecesarios sin cesar.
Quienes justifican relaciones disfuncionales con frases como "así ha sido siempre".
Estas personas están, sin darse cuenta, casadas con el sufrimiento. Lo que las ata no es amor ni compromiso, sino una pulsión, un goce inconsciente que encuentran en esas situaciones que dicen odiar.
¿Por qué es tan difícil romper este ciclo?
Como señaló Viktor Frankl, "Cuando ya no podemos cambiar una situación, el desafío es cambiarnos a nosotros mismos".
Romper con este patrón de sufrimiento implica reconocer que, en algún nivel, hemos encontrado una satisfacción en él. Es un acto de valentía y honestidad emocional. Requiere enfrentar esa paradoja que preferimos esconder bajo la máscara de "víctima de las circunstancias". Pero una vez que lo reconoces, puedes decir: "No puedo no hacerlo".
Herramientas para divorciarte del sufrimiento
Practica la autoobservación consciente. Identifica los patrones que se repiten. Escríbelos. ¿Qué situaciones atraes y cómo reaccionas ante ellas?
Cuestiona tu diálogo interno. ¿Qué creencias sobre ti misma perpetúan tu dolor? "No merezco algo mejor", "siempre me pasa lo mismo", "es lo que me tocó vivir".
Explora tu "goce". Reconoce honestamente qué satisfacción oculta obtienes de tu sufrimiento. Puede ser atención, una identidad, o la comodidad de lo conocido.
Establece límites claros. Aprende a decir "no" a las situaciones que sabes que te arrastran de nuevo a ese círculo.
Busca ayuda profesional. Una perspectiva externa puede ayudarte a descubrir y romper estos patrones inconscientes.
Logoterapia y pragmatismo: la clave para la transformación
Es vital entender que existen profesionales comprometidos con el pragmatismo, con metodologías claras y orientadas a resultados tangibles, como la logoterapia de Viktor Frankl. Este enfoque no te mantiene en un análisis interminable, sino que te ofrece herramientas prácticas para encontrar un propósito claro en tu vida.
Érika Rosas