A veces la política pierde su sentido más noble, pero hay figuras que nos recuerdan que servir al pueblo no es un slogan, sino una vocación. Ayer, la presidenta Claudia Sheinbaum alzó la voz con claridad y firmeza para respaldar a una de las funcionarias más queridas y eficientes del país: la Secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, a quien describió como “una mujer extraordinaria”. Más que una defensa, fue un gesto de reconocimiento a una vida entregada al servicio, y un mensaje nítido: en la Cuarta Transformación, el compromiso verdadero no se ensucia con grilla ni se doblega ante las ambiciones personales disfrazadas de crítica.
Ariadna Montiel no necesita reflectores para hablar de su trabajo. Su desempeño se demuestra con el rostro de cada abuelita que ahora tiene un ingreso digno, de cada niño que estudia con beca en una escuela rehabilitada, de cada joven que ha encontrado una oportunidad donde antes solo había incertidumbre. Esas historias de vida, pequeñas y enormes a la vez, son las que construyen el verdadero legado de una servidora pública que ha hecho de la justicia social su propósito diario.
Su trabajo no es burocrático. Ella no despacha desde un escritorio ajeno a la realidad. Su gestión ha sido la de una mujer que entiende que el bienestar no puede quedarse en el discurso, tiene que sentirse en la mesa y en el bolsillo de los más olvidados y vulnerables.
A su lado, día con día, hay un ejército de convicción y entrega: las mujeres y hombres que forman parte de la Secretaría de Bienestar y, muy especialmente, los Servidores de la Nación, que recorren cada rincón del país, cargando esperanza en mochilas, tablets y libretas. Son ellos quienes se internan en caminos de terracería, cruzan ríos, suben cerros y tocan puertas. Son el rostro humano del gobierno en las comunidades. Y Ariadna ha sabido guiarles no como jefa, sino como líder cercana, que inspira con el ejemplo y confía en la fuerza de un equipo comprometido con México.
En Chihuahua, y particularmente en la Sierra Tarahumara, el impacto de su trabajo ha sido conmovedor. Hasta esas montañas donde antes el Estado era un rumor lejano, han llegado los programas sociales. Las pensiones a adultos mayores y el programa Sembrando Vida han sido como un abrazo del país a sus pueblos originarios. Las mujeres indígenas, que por siglos han cargado con la historia y el silencio, hoy reciben apoyos sin tener que pedir permiso ni agradecer favores. En cada tarjeta del bienestar entregada, hay dignidad reparada.
Ariadna ha sido, desde los tiempos del Gobierno del Distrito Federal, una colaboradora cercana de Andrés Manuel López Obrador. Lo acompañó con lealtad y convicción, aprendiendo de su ejemplo y aportando su sensibilidad. Desde la Red de Transporte de Pasajeros hasta la Secretaría de Bienestar, su camino ha sido coherente, firme y lleno de resultados.
Cuando el huracán Otis golpeó Guerrero con una furia desgarradora, fue Montiel quien se trasladó de inmediato a la zona de desastre. No esperó boletines ni ceremonias: organizó un censo casa por casa, y coordinó la entrega directa de apoyos, enseres, y reconstrucción. En medio del caos, llevó orden, consuelo y presencia del Estado.
También ha enfrentado con sensibilidad la dolorosa realidad de las deportaciones exprés desde Estados Unidos. Bajo su liderazgo, se creó el programa “México te abraza”, una respuesta llena de humanidad para quienes regresan a su tierra sin nada más que incertidumbre. Con ese programa, Bienestar no solo entrega ayuda: recibe con dignidad, acompaña, integra y abraza.
Su trabajo realizado en Bienestar no se mide solo en estadísticas, sino en los ojos de una madre que ahora puede criar a sus hijos con menos incertidumbre, en la tranquilidad de un abuelo que ya no está solo, en las manos callosas de un campesino que hoy recibe apoyo. Ariadna Montiel y su equipo han hecho de la Secretaría de Bienestar el corazón de la 4T.
Jael Argüelles