Senatus; consejo de ancianos. Esta palabra viene de Senex; que significa viejo. En la Antigua Roma el Senatus representaba aquel grupo de personas mayores que solían tomar decisiones en épocas de la República, o aconsejar al emperador en tiempos del Imperio. No era del todo democrático, pero su origen partía de la premisa de que las personas de mayor edad eran las más aptas para velar por los asuntos del Estado. Se suponía que la ciudadanía podía confiar en su experiencia y criterio. ¿Eso sucede hoy en día?
Frente a la falta de representación juvenil en el Congreso, las malas prácticas y el escaso trabajo legislativo de muchos legisladores. Me gustaría hacer una reflexión acerca de por qué existe hoy en día un requisito de edad por encima de los 18 años para ser senador. Y el efecto que tiene esto.
Según el artículo 58 Constitucional, establece que, para ser senador, se requieren los mismos requisitos que para ser diputado. Solamente excluyendo la edad. Para ser senador se requieren 25 años. ¿De dónde surge esta barrera? Por no llamarla, directamente, una forma de exclusión. Por años, ha gobernado la gerontocracia en este país. No es un misterio que la edad promedio en las distintas legislaturas no es baja. Y la ley vigente perpetúa esto.
En la Constitución de 1917, se estipulaba que para ser diputado federal se requerían 25 años. Para una senaduría, 35. Esto cambió en el año 1972. La edad mínima para ser diputado se redujo a 21 años y para ser senador, a 30. Ya en 1999, se logró reducir a 25 años el requisito para la cámara alta. Por último, hace dos años se logró la reducción para ser diputado federal a 18 años.
Como podemos ver, históricamente se ha relacionado a la adultez con la sabiduría. Y no es por menos, verdaderamente una persona con más edad puede tener más experiencia. A veces más escolaridad. E incluso, hasta una mejor toma de decisiones. Pero tener más edad, o ser mayor que alguien, no te hace inherentemente más capacitado. Y retomemos. ¿Cuántos diputados o senadores incompetentes no tenemos ya? Y no hablo acerca de los constitucionalistas o los liderazgos que hoy ocupan un escaño o una curul. Hablo de aquellos que llegan mediante la pluri comprada, la plataforma de algún partido dominante, o los hijos del nepotismo.
Y no nos hagamos de la vista gorda. No se nos olvide que muchos legisladores votan en bloque. Traen línea política de arriba. Reciben los famosos “moches”. Y un sinfín de prácticas de las cuales se caracteriza el cabildeo mexicano.
Qué nos hace pensar de todo lo que les acabo de exponer, que son personas competentes. Personas sabias. Pensadores brillantes. No siempre es así. Pero muchas veces son simples piezas de ajedrez que le representan un voto al Presidente, al líder opositor o al coordinador de su bancada. Y decían que los años brindan perspectiva y sabiduría.
Por lo que el argumento de que el requisito de edad es para que sean personas preparadas, se quedó corto… Y corto es poco.
Abramos un poco la mente, y pensemos que en muchas universidades se llevan a cabo debates mucho más ilustrados que en el Pleno. La cantidad de graduados que podrían llevar sus ideas a un espacio de poder y toma de decisiones. Imaginemos la perspectiva juvenil que podría llevar una legislación que afecte directamente a las juventudes.
No se trata de restar valor a la experiencia, sino de romper las barreras que limitan el acceso de las juventudes al poder. Es momento de cuestionar si ese requisito de edad realmente protege la calidad legislativa o solo perpetúa un sistema cerrado y desigual.
Te opones, pero, ¿qué propones? Mi propuesta sería reducir el requisito de edad para una senaduría. Reducirla a 18 años. Es un debate amplio. Pero es urgente que nuestros legisladores empiecen a respetar los derechos político electorales de los jóvenes en este país. Si no tenemos oportunidades, es imposible que la representación juvenil sea una realidad.
Patricio Deandar Solís