Las personas nos llamamos individuos haciendo alución a que nos sentimos diferentes a los demás; esta individualidad es el conjunto de nuestras características, experiencias, habilidades y personalidades. Si somos individuos y vivimos en comunidad, entonces podemos llamar a ésta una comunidad diversa. Cuando escuchamos el término neurodiversidad entonces nos referimos a las distintas formas en las que puede funcionar nuestro cerebro, lo cual podemos observar por ejemplo en condiciones como el autismo.
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que se presenta en un espectro, lo que significa que sus habilidades y/o niveles de apoyo pueden variar significativamente entre las personas. Algunos pueden tener habilidades lingüísticas avanzadas, mientras que otros pueden presentar limitaciones significativas para comunicarse.
Desde mi enfoque terapéutico, considero que como especialistas debemos centrarnos en potenciar estas habilidades y brindar herramientas a cada persona a alcanzar su máximo potencial. A través de un enfoque comprensivo y centrado en la persona. Además, es fundamental trabajar de manera multidisciplinaria, involucrando a las familias, maestros y especialistas; sin embargo el apoyo familiar es esencial, ya que un entorno comprensivo puede potenciar el desarrollo de habilidades comunicativas y propiciar herramientas para crear la autonomía e independencía de las personas. Sin embargo, la individualidad también puede presentar grandes desafíos, por lo que es esencial cultivar la empatía y la comprensión, reconociendo y respetando las diversas caractersiticas de vida de cada persona; la individualidad es una pieza vital del rompecabezas humano, por lo que valorar y respetar las diferencias individuales no solo enriquece nuestras vidas, sino que también fortalece la comunidad en su conjunto. Al hacerlo, no solo celebramos la individualidad, sino que también promovemos la cohesión social.
L.C.H. EDNA PONCE / KP SOLUCIONES