La historia tiende a repetirse. La sociedad mexicana vive tiempos de cambio, mientras que el mundo vive tiempos de incertidumbre. Entre el temor de la guerra y la precariedad del desarrollo económico mundial generado por las embestidas arancelarias, vale la pena recordar los ideales que en los tiempos de oscuridad sirven como faro entre la bruma.
Iniciaba la década de 1940, en pleno conflicto de la Segunda Guerra Mundial, cuando Franklin D. Roosevelt, proclamó ante el Congreso de los Estados Unidos de América, un discurso en el que propuso como metas cuatro libertades humanas esenciales que todas las personas en cualquier lugar del mundo deberían disfrutar.
La libertad de discurso y expresión, la libertad de culto o de creencia, la libertad frente a la miseria y la libertad frente al miedo.
Cuatro libertades que sirvieron como fundamento para establecer el sistema internacional de protección de los derechos humanos en la Organización de la Naciones Unidas, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Libertades que hoy forman parte de los derechos que tenemos todos los mexicanos, que se pueden resumir como el derecho a vivir en libertad, sin miedo, hambre ni miseria. A contar con sistemas de salud dignos, educación para afrontar la vida y derechos sociales para que todos, especialmente las personas más vulnerables, tengan un nivel de vida adecuado.
Es en la incertidumbre donde los ideales de justicia, libertad e igualdad deben de encaminar nuestros pasos, ser la brújula que dibuja nuestro norte, sin dejar que reconocer el largo camino que queda por delante, pero que son estas promesas por cumplir la que nos impulsan a exigir y luchar por nuestro bien común, por materializar la igualdad y el esfuerzo de quien ha dado la lucha antes que nosotros.
Aunque estas cuatro libertades fueron proclamadas hace casi cien años, siguen en el mundo vigentes los retos para alcanzarlas. Es una lucha que tenemos que llevar todos como sociedad, especialmente los adultos y jóvenes, para construir un mejor futuro, un mañana más brillante, con más libertad e igualdad, menos miedo y miseria.
Aunque el camino es largo, la lucha es digna y nos toca a todos soñar con un México libre, igualitario y valiente para hacer frente al futuro que se avecina, porque ante la adversidad todos los mexicanos sabemos brillar.
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Gabriel Galván